Monday, November 10, 2008

A LOS 24 AÑOS DEL ASESINATO DE PADRE ALVARO ULCUE

PADRE ÁLVARO ULCUÉ CHOCUÉ

24 AÑOS DE SU ASESINATO
NOVIEMBRE 10 DE 1984 - NOVIEMBRE 10 DE 2008


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This obituary of one of the most revered leaders of the indigenous movement in Colombia was posted today on the website of ACIN; On this anniversary, it is especially worth noting Father Ulcué's life story, given the current situation facing the indigenous people in the country. The Popular and Indigenous Minga continued its long march today from the city of Cali. They expect to be joined by thousands of people along the way in public meetings, forums and debates where the five point agenda will be presented to audiences throughout the country. The people are expected to arrive in Bogotá on November 19th, where they will hold a People's Congress on November 22nd)


"UN CEMENTO VIVO ARROJADO POR DIOS..."

Autor: PASTORAL DE LOS TRABAJADORES;


El padre Álvaro Ulcué, el hijo mayor del hogar indígena nasa (o paéz) conformado por José Domingo Ulcué Yajué y María Soledad Chocué Peña, nació el 6 de julio de 1943, en Pueblo Nuevo, corregimiento del municipio de Caldono (Cauca).

A los 11 años ingresó a la escuela mixta de Pueblo Nuevo, dirigida por las Misioneras de la Madre Laura, quienes desde el comienzo descubrieron sus valores y le ayudaron a formarse hasta llegar al sacerdocio. Terminó su educación primaria en el Internado Indígena "Indocrespo" de Guadarrama (Antioquia). Pasó luego al Seminario Menor de Popayán, dirigido por los Misioneros Redentoristas, donde estuvo 4 años, debiendo retirarse por problemas económicos. Trabajó luego un año como maestro en San Benito Abad (Sucre) y luego regresó a su tierra a trabajar con sus padres. Las Hermanas Lauritas le ayudaron para ingresar de nuevo al Seminario de Popayán en donde terminó sus estudios de Filosofía y luego pasó al Seminario de Ibagué en donde estudió Teología.

El 10 de julio de 1973 recibió la ordenación sacerdotal en Popayán y celebró su primera eucaristía en su pueblo natal, acontecimiento que congregó a una gran cantidad de indígenas paeces, pues era la primera vez que alguno de su raza era consagrado como sacerdote católico. Casi toda la prensa nacional destacó el hecho insólito de que un indígena por primera vez en Colombia, llegara al sacerdocio.

Ejerció su ministerio como vicario cooperador en Santander de Quilichao, hasta enero de 1974 cuando pasó a Bolívar (Cauca) en enero de 1975. En 1977 fue nombrado párroco de Toribío y administrador de las cuasi-parroquias de Tacueyó y Jambaló. Allí estaría hasta su muerte, aunque se desplazaba por periodos intermitentes a Bogotá, para adelantar estudios en el Instituto Misionero de Antropología.

Desde el comienzo de su ministerio explicitó su clara conciencia con su identidad indígena y su opción de poner su sacerdocio al servicio de sus hermanos de raza. Su predicación y su catequesis las hizo en lengua páez. Pero la identidad indígena que reivindicó permanentemente, no sólo le permitió el acceso franco a una tradición cultural que era la suya, sino que también le ofreció la experiencia, vivida en carne propia, de las condiciones de opresión, expoliación y explotación en que históricamente ha vivido el indígena en nuestro medio. Por ello el padre Álvaro integró admirablemente, en su acción pastoral, toda una dinámica de concientización, organización y liberación de los indígenas a la par de su evangelización.

Poco a poco el padre Álvaro se convirtió en un líder indígena, papel que articuló profundamente con su sacerdocio. Visitó otras regiones del país donde compartió la situación de otras etnias; escribió cartas a las autoridades; denunció los atropellos de terratenientes y de agentes del Estado contra las comunidades indígenas; recuperó y sistematizó tradiciones de su raza; pidió asesoría a antropólogos, sociólogos, teólogos y juristas, para incentivar procesos de concientización y organización de su pueblo; e hizo proyectos como el "Proyecto Nasa" (1980) en los resguardos de Toribío, San Francisco y Tacueyó del norte del Cauca, cuyos primeros programas incluían: producción, familia, vivienda, salud, evangelización, trabajo comunitario, tiendas comunitarias, empresas comunitarias y educación; programa distinguido en febrero de 2004 en Malasia, por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), como el mejor de desarrollo comunitario.

A finales de 1982, las Comunidades y Grupos Cristianos del Cauca lanzaron un comunicado apremiante a la opinión pública, en el cual denunciaban las amenazas que se cernían sobre el padre Álvaro. Allí afirmaban: "los terratenientes le han puesto precio a su vida, y sólo el amor de quienes lo rodean lo ha salvado de ser uno más de los impunemente desaparecidos".

El 30 de octubre de 1982, envió una carta al presidente Betancur, firmada también por dos religiosas Lauritas, en donde denunciaban los atropellos de que eran victimas sus comunidades indígenas y le exponen las necesidades más urgentes de éstas.

El 9 de agosto de 1984 le escribía angustiado al Arzobispo, describiéndole los graves atropellos del Ejército y la Policía contra los indígenas.

El sábado 10 de noviembre de 1984, el padre Álvaro debía actuar como padrino de un niño que iba a ser bautizado en Santander de Quilichao. Regresando de Cali a donde había ido la tarde anterior, llegó a Santander a las 7:30 a.m. y estuvo primero en la Casa Cural. De allí de dirigió al almacén de la madre del niño que iba a ser bautizado, donde le obsequiaron una camisa. Luego pidió el teléfono para hacer una llamada a la hermana Luz Marina, quien también iba a participar en el bautizo y se encontraba en ese momento en el Hogar Santa Inés; le pidió que le preparara un desayuno, pues iba hacia el hogar enseguida. Simultáneamente, un desconocido había llegado al almacén y hacía bajar camisas sin comprar ninguna, mientras escuchaba la conversación del padre Álvaro por el teléfono. Cuando éste abandonó el almacén el desconocido también lo hizo rápidamente, en forma sospechosa.

Al llegar al Hogar Santa Inés, dos sicarios que se movilizaban en moto dispararon contra él. El padre Álvaro se arrojó del carro y se tendió en la tierra. Los sicarios, creyéndolo muerto, se retiraron, pero la moto no les prendió. El Padre se incorporó pidiendo auxilio. Los sicarios, al verlo de rodillas, se devolvieron y lo remataron, para luego emprender la fuga. Eran las 8:30 de la mañana. Las religiosas los introdujeron en un taxi y lo condujeron al hospital donde llegó con vida, pero momentos después falleció.

Un testigo ocular del crimen identificaría más tarde a dos miembros de la Policía Nacional como los dos sicarios que lo asesinaron.

Los restos mortales del padre Álvaro Ulcué Chocué recibieron el más conmovedor homenaje de la población indígena. Fueron trasladados a Pueblo Nuevo, su tierra natal, en un interminable y emotivo desfile que atravesó varios poblados indígenas, donde le rindieron sentidas despedidas. El 12 de noviembre en la misma plaza donde celebró su primera eucaristía, el arzobispo, acompañado de 75 sacerdotes, celebró la misa exequial.

No fue sepultado en el templo, como muchos querían, sino que se cumplió su voluntad expresa: "cuando yo muera, que me siembren en la tierra, con mi gente". En el cementerio del poblado, junto a la tumba de su hermana Gloria, también asesinada por agentes del Estado, se dispuso su última morada.

Entre las decenas de pancartas colocadas junto a sus despojos, una rezaba: "Si he de morir, quisiera que mi cuerpo quedase amasado en la arcilla de los fuertes, como un cemento vivo arrojado por Dios entre las piedras de la Ciudad Nueva".

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